El Noni Orozco se lució en su consagración

‘Algún día quiero ganar un cinturón como esos que tiene Mauricio (Muñoz)‘, confiaba hace un año Fabián Orozco (18-2-2, 6 ko). Ese día llegó. El momento fue antenoche en el Aldo Cantoni, cuando el Noni no ganó uno sino dos cinturones de campeón latino, los de la FIB (Federación Internacional de Boxeo) y de la OMB (Organización Mundial de Boxeo). Por eso emocionó verlo llorar como un niño cuando voló la toalla del rincón bonaerense, Gastón Darío Bustamante (9-1-2, 3 ko), quien durante casi siete asaltos soportó la paliza que le propinó el sanjuanino.

La pelea, pactada a diez asaltos, tuvo un actor que apoyado en su pulida línea técnica y en sus quirúrgicas combinaciones se robó todo el protagonismo y condenó a su oponente al rol de mero partenaire.

Fue Orozco quien con su boxeo de manos largas salió desde el primer asalto a mandar desde el centro del ring. Una derecha recta del sanjuanino que rozó la cien del nativo de San Fernando, colocada antes del minuto de iniciado el combate, signó el destino de la pelea. En ese primer round, Orozco pautó el desarrollo dibujando muy bien sus envíos que invariablemente caían sobre la humanidad del bonaerense quien trataba de meterse en el cuerpo a cuerpo. Un gancho al hígado, colocado por Orozco, envió a la lona a Balmaceda antes del primer minuto del segundo round. Otra mano similar envió a la lona por segunda vez al visitante que a pesar de sufrir la pelea, daba batalla. De ahí en más, la pelea no fue tal. Con un concierto de izquierdas Orozco controlaba tiempo y distancia. Ese dominio se afirmaba cuando combinaba la derecha larga o el cross de la misma mano ante un rival que intentaba salir de la posición de fuego equivocando los perfiles y regalándose.

Después de cambiar el aire, Orozco, salió a liquidar el pleito en el sexto round, no pudo porque Balmaceda se defendió valientemente. Aún así el final se veía venir. En el séptimo capítulo una derecha larga, envió contra las sogas a Balmaceda, quien recibió la repetición certera de la misma mano y cuando el árbitro se aprestaba a iniciar la cuenta de protección voló del rincón la toalla piadosa de sus segundos. El estadio explotó, el hijo de esta tierra había concretado su objetivo, y lo hizo de la mejor manera dando una lección de boxeo talentoso y efectivo.

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